El único conocimiento absoluto que tenemos desde que nacemos es este: todas las personas vamos a morir. Entonces, si todas la personas sabemos que vamos a morir , ¿Por qué es un tema oscuro, del que no nos gusta hablar, un tema que podemos identificar como tabú en la sociedad?
Le debemos a la antropología el conocimiento sobre distintas tradiciones, acciones y entendimientos sobre la muerte de otros países y religiones, y aquí en la nuestra, en esta que llamamos occidental, está claro que ha habido un cambio, un cambio regresivo añadiría. Antes cuando alguien moría, nos reuníamos en casa, nos despedimos en casa, teníamos una visión más realista y natural sobre la muerte.
En el marco socio-político actual, y situándonos en el momento historio también, somos una sociedad que vivimos muy rápido, y muy eficazmente, rápido y eficaz, y joven, siempre joven. Entonces, la muerte no tiene lugar, bueno si uno muy concreto: el hospital y el tanatorio, y un determinado tiempo, mientras más corto mejor, y lo más aséptico posible por favor. Y esto está muy lejos de la realidad. La muerte es dolor, es grito, es final, es despedida, es amor… y cuando intentamos hacer todo esto lo más rápido, limpio y lo menos ruidoso posible, ¿Qué pasa?, no le damos lugar a la muerte, el lugar que tiene y necesita, y menos así al duelo y al dolor que conlleva. Entonces surgen los malos entendidos, los miedos, los traumas, los duelos no permitidos, y tantos más dolores evitables.
Venimos al mundo para vivir, y aprendemos a hacerlo en el día a día, no necesitamos un aprendizaje especial. También venimos para morir, pero esto no lo vemos, no lo queremos ver, y cuando nos encontramos con la muerte de frente nos encontramos perdidos, no entendidos y raros… Pero ¿no es más raro no darle lugar a la muerte cuando sabemos que es algo que todas las personas vamos a vivir?, la muerte propia y las de las personas que nos rodean.
En los pueblos pequeños todavía sabemos quien fallece, mediante los medios locales como revistas y periódicos o en los carteles de la calle, y solemos mirarlos y comentar: “Jo, se ha muerto la hija de Josefa, pobre como estará”, “Sí falleció en el accidente, debía de ir muy rápido en la autopista”, “Ya tenía edad 96 años nada más”… Y esto es hablar de la muerte, sí, pero de manera no productiva, es banal. Estas conversaciones la mayoría de las veces, se quedan en esto, y cuando conectamos más allá enseguida desconectamos, porqué no nos han enseñado a entender directamente la muerte, y por consiguiente nos protegemos. Después de todas estas conversaciones, no somos capaces de entender que la pérdida que ha sufrido Josefa le va ha provocar un dolor tal que se aislará en su soledad, o que a la familia de la persona fallecida en accidente, lo que menos le importa es que esta fuese rápido, ni tampoco podemos pensar en el vacío que dejará este abuelo de 96 años en su familia. De esto no se habla, y esto es lo importante.
Cuando le vemos las orejas a la muerte es cuando conectamos con ella de verdad, esto es lo que me pasó a mi, y me he dado cuenta que hubiese sido muy diferente mi dolor y duelo si alguien me hubiese ofrecido un espacio para hablar con tranquilidad, en profundidad y de verdad, sobre la muerte.
Ahora desde Pausa Psikologia se ofrecerá ese espacio una vez al mes en el bar Kabi, bajo el nombre de Death Café* (un movimiento maravilloso que se lleva a cabo por todo el mundo), para ofrecer un espacio para hablar de la muerte, con tranquilidad, libertad y si juicio.
BALEIKE 2019-JUNIO
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